viernes, 22 de febrero de 2008

La llegada a la capital

El miércoles en clase, además de las noticias correspondientes, comentamos varios temas, entre ellos la independencia de los hijos del hogar, y por razones que me atañen a mí personalmente, voy a hacer este comentario. Llegué a Madrid cuando aún tenía 17 años. Mis padres se llevaron un gran disgusto cuando les dije que la carrera que quería estudiar no se estudiaba en Canarias y que me tendría que ir a la península a estudiar. En un principio, mi intención era irme a Granada, pero por una equivocación del orientador del instituto, me vine a Madrid. ¡¡Bendita equivocación!!

Aquel 27 de septiembre del 2002 llegué al aeropuerto de Barajas, con mis maletas y muchas esperanzas en ella de la nueva vida que iba a comenzar aquí. Los primeros días en Madrid fueron algo extraño, me sentía nadie, uno más entre miles de personas paseando por la calle. Eso al principio no me gustaba, viniendo de un pueblo en el que todos te conocen y te saludan por al calle pero poco a poco, le fui cogiendo el gusto a eso de no ser nadie o ser uno más. Tuve suerte de irme a vivir a una residencia universitaria en Plaza de España, en la cual conocí a mucha gente, de los cuales algunos son hoy mis mejores amigos. De un día para otro todo había cambiado: mi familia ya no estaba cerca, mis amigos, el tiempo,...ahora era yo la que tenía que aprender a valerme por mí misma y a pasar los buenos y malos momentos por mí misma. En parte tenía ganas porque no sabía hasta que punto podía ser útil. Estaba acostumbrada a que me lo hicieran todo (lavar, planchar, comida, ...), a no tener ningún tipo de problema, ya que para eso estaban mis padres pero había llegado la hora en la que tenía que demostrar a mi misma y a mis padres como yo era y lo que quería ser. Aquel era un nuevo reto para mí, al que estaba dispuesta a afrontar. Comenzaba mi nueva vida en solitario.

En cuanto a la vida en la facultad estaba bien pero yo no estaba acostumbrada a ciertas cosas que en la vida diaria universitaria eran muy comunes, como estar tirados por los suelos, hacer sentadas en el hall, fumar porros por los pasillos, beber alcohol en la cafetería,... bueno cientos de cosas de las cuales no tenía referencia. Por lo demás, las clases me gustaban bastante aunque siempre estaba agobiada porque el ritmo universitario era mucho más agitado que el del instituto.Poco a poco me fui acostumbrando e integrando a la vida de la capital y fui diseñando lo que serían las bases de mi actual forma de vida. Aunque nunca se deja de crear esa estructura, ya que por diversas razones siempre se van modificando diversos aspectos de nuestras vidas, en aquel momento tan clave para mí, aprendí a conocerme y a saber lo que quería en la vida, además de formarme profesionalmente.. A día de hoy y después de lo que llevo vivido, puedo decir que gracias a la equivocación de mi orientador universitario, estoy donde estoy y soy lo que soy Ha sido una gran experiencia que me ha hecho madurar mucho, he crecido como persona y espero hacerlo como profesional el día que comience a trabajar. Ahora cuando mis padres me ven, me dicen que nunca pensaron que yo pudiera llegar a "llevar una casa; hacer la comida, poner lavadoras, limpiar,...y siempre aluden a un dicho muy común en mi tierra: Burro cargado busca camino. Les he demostrado con el paso del tiempo que soy una persona adulta en la que se puede confiar y soy valedora de su confianza.Es una experiencia que le recomiendo a todo el mundo ya que llegas a ciertos puntos a los que nunca te imaginaste y actúas como nunca creíste.

Que salga del nido familiar, que experimente nuevas sensaciones, que se ponga al límite de situaciones, que va a tener q afrontar, y que ya pueden ser buenas o malas, le van a hacer crecer como persona. Todos tenemos miedo de irnos de casa pero la superación de esos miedos es la formación de las personas. Para ser maduro, hay que afrontar esos miedos y nunca mirar para atrás, como dicen algunos, sólo para coger impulso para seguir hacia delante.
Publicado por Rita Darias F.

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