sábado, 16 de febrero de 2008

Eliminar la regresión

En un contexto histórico en el que la moda es la eliminación de lo público, especialmente la mínima protección social que puede proporcionar el (erosionado) Estado de Bienestar, las reformas fiscales aparecen como lo más "cool" en cuestiones electoralistas. Más allá de promesas imposibles de satisfacer (bueno, imposibles no, lo que pasa es que tampoco se miente. Se evita la verdad. Es decir, las promesas serán satisfechas...dotando de los mismos servicios, o menos, pero con mucha más demanda. Infame), allende los cientos de miles de pisos y aumentos de pensiones que se producirán de aquí hasta el próximo 7 de marzo (último día de campaña), en fin, una serie de disparates económicos que no se lo pueden creer ni quienes lo afirman, me sigue viniendo a la mente la cuestión de los impuestos indirectos... Seguro que habrá quienes critiquen que en medio de esta moda de "rebajas fiscales", verán con malos ojos la compensación de impuestos directos. Pensando en el trabajo (Mercosur, de próxima exposición, vaya nervios!!), vimos que el Estado emergente del bloque, Brasil, mantuvo (y detenta, aún) un control amplio, no sólo sobre la producción y la diversificación de la misma, sino también en el control de impuestos. Se innovó tecnológicamente y se consiguió una estructura económica imponente; una adecuación "perfecta" (perfecta en ese momento) del Estado a lo que requería en ese momento la economía mundial. ¿Por qué seguir la ola de recorte fiscal, si parece que la recesión nos va a dar "mucha risa", independientemente de los impuestos? ¿Se podrá innovar?Bien, partamos de dos premisas: la primera es que la deslocalización no es tan "automática" (los ámbitos no son los mismos, ni en la producción, su distribución y, por supuesto, la venta y acumulación capitalista). La segunda es que las empresas no se van porque se endurezcan los impuestos, sino que son las reformas erosivas de éstos las que permiten su fuga: parece una tontería pero no lo es tanto, porque este es uno de los "aditivos" que acompañan la "inevitable" globalización. La tendencia es reducir el sistema impositivo directo hasta la extenuación, con consecuencias importantes (y, si no, que se lo pregunten a los alemanes, por ejemplo). Especialmente, el IRPF y el Impuesto de Sociedades están siendo suprimidos (de forma deleznable, cuya justificación no se sostiene ni siquiera "frente a la globalización"), pero, obviamente se mantienen impuestos indirectos. ¿Por qué no darle la vuelta? Me gustaría que esto fuera, sobre todo, una visión de redistribución y justicia social, pero no es sólo eso: digamos, eliminar los impuestos indirectos, o al menos, rebajarlos, compensados con una subida (sí, no estoy loco) de los directos. ¿Por qué? Pues, en primer lugar por justicia social (no hay más que decir). En segundo, porque la eliminación de impuestos indirectos aparecería compensada (en las arcas públicas) por los directos, y una supresión de aquéllos supondría, en teoría (en la misma teoría que tanto gusta a "los expertos"), un aumento del poder adquisitivo de los consumidores privados, es decir: el aumento del consumo reactivaría la economía igualmente, y hay que tener en cuenta que no todo lo que las empresas revierten al consumidor es lo que hay que pagar previamente. El consumo podría subir, la reactivación económica también, y las mismas empresas que tanto "lloran" verían aumentados sus ingresos por ventas (con lo que no podría argüirse contra la subida de impuestos directos): creo que esa inversión de recaudación tendría importantes consecuencias en el desarrollo económico (obviamente, tendría que acompañarse con modelos productivos, porque si no, pan para hoy y hambre...), y más ante la previsible (y galopante, parece) recesión que se nos avecina. Por supuesto, ni que decir tiene que de una vez el sistema impositivo sería más justo y un poco redistributivo de verdad, no la "cosa rara" regresiva y falsificada que campa a sus anchas por los Estados...Estados cómplices de ello...es solo una propuesta. Salud.
Publicado por Pedro Limón López

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