jueves, 22 de noviembre de 2007

Gallardonazo

Un ciudadano denunció en verano y un juez se puso a investigar. Y descubrió que había una trama organizada de corrupción en torno a la tramitación de licencias municipales. A este y a otros jueces les queda trabajo en Madrid. Supongo que han llamado a esta operación Guateque, porque reservan el nombre Operación Orgía para asuntos más graves: Madrid es, para un juez honrado, una bicoca. El miércoles se puso en marcha el desmantelamiento de la trama con la detención de dieciséis tipos.

Inmediatamente Gallardón salió a hacer unas declaraciones con el precioso tono que suele dar a sus discursitos. Copio de El Mundo (1): “Este tipo de actuaciones no pueden poner en cuestión al resto de trabajadores, de funcionarios municipales que realizan diariamente su trabajo de forma honrada“, ha subrayado Gallardón. “Ninguna actuación irregular va a ser consentida por parte del Ayuntamiento“. Muy bonito, pero ¡qué poco duran las mentiras de mi alcalde, presunto candidato a ser vuestro diputado!

A las veinticuatro horas ha tomado Gallardón la única medida que conocemos al respecto: ha decidido privatizar el servicio municipal de concesión de licencias (lo llaman externalizar porque a partir de ahora las va a tramitar una empresa externa a la administración pública: que lo privatiza, vamos). Era, pues, mentira que “este tipo de actuaciones no pueden poner en cuestión al resto de trabajadores, de funcionarios municipales“. Si no pueden poner en cuestión a los funcionarios, ¿por qué lo primero que hace este hombre es sacar de la función pública un servicio tan sensible? Precisamente, al privatizar, está Gallardón facilitando la corrupción en ese ámbito.
Un funcionario es siempre más independiente, está más blindado y tiene más capacidad de denuncia que el trabajador de una empresa privada. El funcionario es menos chantajeable, pues, en principio, no es despedible y es mucho más sencillo, si se quiere, establecer controles en la Administración Pública que vigilar la ética con la que se manejan empresas ajenas. Por poner un ejemplo: ya es difícil imponer que un funcionario tenga ciertas incompatibilidades, pero parece lógico que el funcionario que otorga licencias no pueda ser propietario de una empresa que, por ejemplo, haga obras o trámites que permitan obtener esa licencia (forzando así a quien quiera obtener esa licencia en plazo a contratar a tal empresa). En cambio, ¿cómo se podría controlar que el dueño de una empresa privada no tenga también una segunda empresa dedicada a facilitar la obtención de tal licencia? No se puede. Lo que sucede es que cuando la corrupción la ejerce una empresa privada se suele llamar maximización de beneficios, en vez de corrupción.
Gallardón lleva varios años sin establecer ningún tipo de control para eliminar la corrupción en Madrid. El modelo económico municipal y autonómico, basado en la construcción y el asfalto, fomentan el surgimiento (siquiera espontáneo) de pequeñas o grandes, formales o informales, tramas de corrupción. Pero al privatizar el servicio, además de conseguir ese efecto propagandístico de que pasemos de tener corrupción en el Ayuntamiento a ver empresas que maximizan beneficios, se consigue disipar la responsabilidad: el pobre Alcalde, ante la próxima trama de corrupción, dirá que él no tiene responsabilidad, porque es la empresa tal o cual la que no ha hecho las cosas como debía.
¿Por qué en la derecha la corrupción no es un problema? Porque no la llaman ‘corrupción’ y así el problema se da por solucionado. Si nos fijáramos en los hechos y no en las preciosas palabras de Gallardón, probablemente su buena imagen pública bajaría al lugar que merece.
Hemos sabido después que dos ciudadanos ya habían escrito al alcalde contándole los chantajes a los que habían sido sometidos.
Sólo era la primera de la que tenía constancia un juez aparentemente honesto. Se supo ayer que al menos dos personas más habían mandado sendas cartas al Alcalde en 2005 alertando del entramado que les había extorsionado. Las denuncias fueron a la papelera, como hubiera ido a la papelera la última si se hubiera vuelto a dirigir al Ayuntamiento en vez de al juez (2).
Presume Gallardón por boca de su muñeco favorito, Manuel Cobo, de que el Ayuntamiento ha colaborado desde el principio con la investigación. Pues claro, ¿qué otra cosa podría hacer? Si mi hermano fuera un perfecto corrupto (pongo este ejemplo en mi condición de hijo único), posiblemente no tendría ningún interés en que lo pillaran. Pero si me viene un juez y me pide la dirección de mi hermano no podría negarme si no quiero llevar mi amor fraternal a extremos poco egoístas. Colaborando con la justicia, si es que lo han hecho (sólo tenemos la versión del Ayuntamiento), lo único que han hecho es no suicidarse. Tampoco es como para presumir. Yo llevo 31 años sin hacerlo y es la primera vez que lo cuento.
Lo que queda claro es que, llegara la carta o no a las manos del propio Gallardón, en el Ayuntamiento había un clima en el que era claro que este tipo de cuestiones o había que ocultarlas o, al menos, no era prioritario desmantelarlas. Es el clima económico y ético que se ha instalado en Madrid (como en Valencia, Murcia… sé que no somos originales). Todos observamos un modelo económico hediondo, podridito de comisiones, de romeros de tejadas, de tamayos… Pero no es prioritario: nadie mueve un dedo por hacer de la corrupción el centro del combate político en Madrid. Se ha instalado una mirada que ve en la corrupción un motor de crecimiento.
Hay un muro de silencio: el caso de la Operación Guateque está apareciendo como una anécdota, casi trivial. En una semana se nos habrá olvidado. Pelillos a la mar. Tampoco es para tanto: a mis bares, los de Plaza de Olavide, les han dado sus licencias. No sé cómo, pero ahí están. Miremos para otro lado.

Publicado el 18 Noviembre 2007 por pocoaprieta

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