lunes, 17 de diciembre de 2007

Déjame que te cuente...

Leo a Sweezy.

Y por la expresión de mi sobrino, entiendo que quiere saber qué es eso que tantos sudores fríos me provoca. Optó por ignorarle y disimular mi desasosiego. Pero ya es tarde, ha notado que algo pasa y no parará hasta conseguir una explicación aceptable. En tanto me pienso si le atiendo o no, ya me ha arrebatado el libro y empieza, como venganza, a zamparse las páginas...

Finalmente, gana. "Toñito, hijo, hay algo que debes conocer. Hace muchos años al hombre le gustaba trabajar. Se sentía parte de la naturaleza, estaba en contacto con todo cuanto le rodeaba y a través de su trabajo sentía cómo se desarrollaba, cómo era capaz de crear. Aquello que producía le reportaba, además, la posibilidad de sobrevivir. No existían ni sueldos ni paros ni inflaciones. Ni demandas ni ofertas, ni plusvalías que sufrir. Junto a un hombre trabajan otros tantos. Todos juntos, codo con codo. En posición de igualdad. Colaboraban fraternalmente en las tareas de producción. No existían envidias ni avaricia, pues todo era de todos y nadie conocía qué era eso de consumir".

Veo que mira con interés, ya ha dejado el libro aunque se ha llevado consigo varias páginas. Me sonríe y entiendo que quiere que continúe."Todo marchaba de forma inmejorable. Sin embargo, el hombre es hombre y tal es su humanidad que incluso es capaz de cometer las mayores tropelías. Así, un mal día, a uno de los miembros de una comunidad se le ocurrió construir una verja alrededor del terreno que habitualmente labraba. Días después decidió que ese trocito le perteneciera a él y a nadie más. Decidió romper con el pacto social que hasta ese entonces había existido en la comunidad. Pronto vio cómo él solo no podría sobrevivir pues necesitaba del trabajo de los otros. Pudo haber optado por reconocer su error y volver al estado anterior pero ya era tarde. Se habían despertado en él toda una serie de sentimientos nuevos que le impedían pensar como lo había hecho antes. Entre aquéllos, uno destacaba sobremanera, la soberbia."Gatea hacia mí y se tumba en mis rodillas, boca arriba. Se mete el dedo en la boca y me mira perplejo. Sigo, claro."Acababa de nacer la enfermedad y la pandemina. Ese hombre enfermo, desorientado, extraño de cuanto le rodeaba, comenzó a sembrar la discordia ente sus antiguos compañeros. Urdió un plan. Pensó que la mejor forma de sobrevivir en sus nuevas circunstancias sería lograr que otros tantos hicieran como él. Así, poco a poco, empezó a convencer a unos cuantos para que también cercasen sus terrenos. Tiempo después, cuando éstos también enfermaron, el primer hombre les planteó que podrían intercambiar productos entre ellos. Además, les sugirió que convencieran a más para que hiciesen lo mismo que él hizo en un comienzo, aunque en un justo término. Tenían que ser un número suficiente, tal cantidad que les permitiese intercambiar sin problemas los productos que cada cual producía en su parcela pero que, a la vez, fuera tal cantidad que debilitase las condiciones de vida de la comunidad originaria. Hasta tal punto que el empeoramiento de esas condiciones obligara a sus miembros a cambiar con ellos. Pero con un pequeño matiz. Al carecer ahora de terrenos, los miembros que habían permanecido fieles al pacto, deberían cambiar con lo único que les quedaba: su fuerza de trabajo".

Paro por un momento, hace dos amagues de cerrar los ojos pero, al final, da un respingo y balbucea algo como reprimenda de mi interrupción. Voy con la parte última de la historia."Con el paso del tiempo y de esta manera, lo que en un principio había sido un todo (la comunidad) aparece ahora como un conjunto fragmentado: por un lado, el capital; por otro, el terreno; y, por otro, el trabajo. Todo cuanto hay ahora son mercancías. Que se cambian unas por otras. Todo se puede comprar y vender. Sin embargo, del hombre ya no queda ni rastro. Bienvenido, Toñito, al Capitalismo. La etapa de la humanidad donde al hombre le fue expropiada su naturaleza original".

Vuelvo a mirar y veo que duerme como un angelito. Decido tomarle en brazos y llevarle a la cuna. Cuando le acuesto, de repente, entreabre los ojos. Me acerco y le susurro:"Pero no te preocupes... porque un día, tiempo después, un hombre se dará cuenta de todo esto y dirá trabajadores del mundo, uníos. Desde entonces, no es que mucho haya cambiado pero ya se ha sembrado la semilla de la sospecha... en ti y en tu generación, junto a la memoria de todos aquellos que peleamos por ello, está la posibilidad de dar la vuelta a todo esto. Quién sabe si algún día tú cuentes a tu sobrino el final feliz de esta historia".

Duerme plácidamente.

Publicado por Jorge Resina

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